domingo, 4 de marzo de 2012

Relato de un viaje




“El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irremisiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso.”(Benjamin, Walter)

Con un amigo viajábamos en un Nit-Bus hacia el centro de la ciudad de Barcelona a encontrarnos con amistades para continuar con la tertulia que habíamos comenzado horas antes. Al subir al medio de transporte, nos sentamos frente a frente, apoyados en la ventana mirando hacia el exterior. De pronto, mi amigo me dice que cambiemos de puesto, no se siente cómodo en el lugar donde yace su cuerpo esquilmado por la ingesta de bebida (al igual que el mío), claro, la coca-cola tiene mucha droga. Le pregunto por qué se quiere cambiar de asiento y me responde que no le gusta estar de espaldas al avance del bus, es como no saber hacia dónde vas, no poder mirar lo que viene, dar la espalda al futuro, es como estar condenado a mirar constantemente el pasado, eso lo perturba y marea. Al escuchar su explicación, me pude ver mirando, al contrario de él, el futuro, lo que nos deparaba el avance hacia nuestro destino. Mientras él miraba alejarse el lugar y tiempo desde el que partimos, yo miraba cómo se acercaba el fin del viaje, él miraba lo recorrido y yo lo por recorrer. Pero claro, ambos desde nuestro presente localizado en el Nit-bus, desde y hacia un lugar.  Al igual que a él, a mí me incomodó mi posición del traslado en el presente del bus, y de pronto, sin decir más, cambiamos de puesto. Ambos quedamos en el lugar que queríamos, él mirando hacia el futuro y yo hacia el pasado, él más acelerado y yo más tranquilo, sin incomodidad, sin perturbación y sin mareo.

Continuamos el viaje y mi amigo, Benito, me comenzó a contar (por tercera vez) cómo había perdido su i-phone unas semanas atrás. La información que me entregaba era fragmentaria y, mediante preguntas, yo trataba de buscar en su memoria contextos, relaciones y tiempos que él pudiera recordar para organizar y configurar un relato coherente de lo vivido, ya que se presentaba difuso en su mente…

Una vez que llegamos al lugar de destino, Benito, le comenzó a contar la historia de la pérdida del i-phone a los comensales con los que nos encontramos. Al escuchar atentamente lo que relataba, percibí cada vez más coherencia en su construcción. Horas más tarde, nuevamente mi amigo relataba la historia a otros que llegaban a la relación, a nuestro contexto y al ineludible presente temporal que nos embargaba. Al hacer un recuento de las veces que había oído esa historia, no hice más que sonreír, habían sido por lo menos 10. Lo que me generaba risa no era las veces que había oído acerca de la pérdida, sino que nunca había escuchado la misma historia, siempre me encontré con distintos conceptos, configuraciones y entramados, por lo mismo, me agrada oír esa historia, ya que cada vez que me relaciono con ella me sorprende, y a pesar de que conozco los principales ejes que estructuran el relato, sé que algo distinto y nuevo aparecerá, al igual como sucede en las relaciones sociales, en los contextos educativos y, en definitiva, en la vida misma.



La evaluación institucional de centros educativos o universitaria

3. Gestión de la información a partir de búsquedas especializadas sobre evaluación educativa.


Evaluación docente


Los procesos de evaluación docente son empresas que buscan obtener una visión clara del desempeño de los profesores en distintas áreas de su labor. Para que este proceso tenga validez debe contar con el apoyo y compromiso tanto de los docentes como de los alumnos y directivos de los centros.

Existen diversas formas y enfoques para desarrollar este tipo de evaluación. Por lo general, independientemente de la visión reinante, se suele incluir en el proceso evaluativo la percepción de todos los implicados directamente. En la institución de educación superior técnico-profesional donde ejerzo la docencia, ya se ha asentado una cultura evaluativa donde toda la comunidad se compromete con su rol dentro del largo proceso. Los estudiantes saben que su opinión y percepción con respecto a sus maestros y asignaturas es fundamental, asumiendo la responsabilidad que les compete, ya que lo que dicen define gran parte de los resultados de la evaluación. Por otro lado, se evalúa el desempeño del docente en distintas áreas. En primer lugar, una evaluación administrativa (coordinación docente), donde se valora el cumplimiento de formalidades por parte del evaluado. En segundo lugar, la evaluación jerárquica, realizada por el director de carrera o de programa, donde se valora su idoneidad en la especialidad y en las metodologías utilizadas en el aula. Ésta, se desarrolla por varias vías, aunque la más importante es la observación de clases (video grabación incluida). Este proceso posee, sin duda,  fortalezas y debilidades. Lo positivo es que todos se comprometen con el proceso, los alumnos son considerados, los profesores saben cuándo y cómo serán evaluados; y si los resultados son negativos, la institución cuenta con departamentos de docencia encargados de apoyar cualquier tipo de necesidad del evaluado. Lo negativo, a mi parecer, es que no se ha integrado el sistema de auto-evaluación, por lo que la opinión de los docentes no es considerada de manera formal, a pesar de existir un feed-back por parte de los directores de manera no institucionalizada. Tampoco existe la figura de la evaluación de pares.

Si bien es difícil que se asiente una cultura evaluativa en un centro, una vez desarrollada requiere de una revisión y perfeccionamiento constante, evaluando lo que se ha realizado bien y mal, y trabajando hacia una mejora constante del proceso de valoración. En el caso planteado, reitero la idea de que se debería incluir tanto la evaluación de pares como la auto-valoración, pero claro, no como una práctica aislada, sino como una visión fundamental y formal dentro del proceso.